El desempleo está en el 8.3%. La economía está por los suelos con un crecimiento del 1.5%. Los precios de los alimentos están subiendo debido a la situación de sequía en todo el país. Y los precios del combustible han subido de nuevo, dándoles un pellizco a los presupuestos para el verano de los americanos. Ya es hora de que el presidente y el Congreso buscaran normativas inteligentes que nos llevasen a la senda de la tranquilidad.
Según el informe de medición del combustible de AAA, el actual promedio nacional para la gasolina normal es de $3.66 el galón. Eso es más de 28 centavos por galón respecto a hace un mes y julio protagonizó el mayor salto en los precios desde que AAA empezó a rastrear los precios en 2000.
Hay muchos factores que afectan a los precios que no podemos controlar: las tensiones mundiales, especialmente en Medio Oriente, pueden hacer subir los precios del petróleo. Y la demanda global, en especial por parte de las economías con un rápido crecimiento como China y la India, continúa en ascenso.
Pero después de tres años añadiendo obstáculos reguladores y bloqueando el acceso a la exploración y el desarrollo, las normativas del presidente
Si el presidente verdaderamente quisiera bajar los precios del combustible, trabajaría para aumentar el suministro. Pero cuando se ha presentado la oportunidad, ha hecho lo contrario. Rechazó el oleoducto Keystone XL, que traería hasta 830,000 barriles de petróleo al día desde Canadá. Su administración ha hecho que sea incluso más difícil el que las compañías exploren y extraigan los recursos energéticos nacionales al cancelar, retrasar o retirar un gran parte de las ventas de arriendos usufructuarios de perforaciones petrolíferas y gasísticas para la exploración y el desarrollo. Mientras tanto, enormes franjas de terrenos federales han sido puestos fuera de los límites de la exploración energética.
Los apagones de las refinerías nacionales han tenido un impacto reciente sobre los precios del combustible. Dos de los factores que frenan la producción energética nacional son el papeleo regulador y los litigios; y en cuanto a estos, podemos hacer algo. Como observa el analista de la Fundación Heritage Nicolas Loris:
Los activistas medioambientales retrasan los nuevos proyectos energéticos presentando apelaciones administrativas y demandas judiciales sin fin. Crear un marco de tiempo razonable para los permisos y para que los grupos o individuos impugnen los planes energéticos evitaría que las operaciones potencialmente rentables se vean paralizadas durante años en litigios mientras se permite al público y a las partes interesadas ventilar su oposición o apoyo a estos proyectos.
Por tanto, no tenemos por qué quedarnos quietos. El Congreso podría aliviar las penurias energéticas de 10 formas diferentes tomando medidas sobre cosas que podemos controlar, como las restricciones al desarrollo del petróleo recuperable de arenas bituminosas y las perforaciones en alta mar.
Una de las objeciones más comunes es que incrementar la producción petrolera nacional requiere demasiado tiempo y no afectaría al mercado durante al menos una década. Sin embargo, cuanto más alarga en el tiempo la gente este argumento, más tiempo será necesario para llevarlo a cabo. Cuanto antes hagamos inversiones en la energía nacional, antes se harán realidad esos beneficios. Y con algunas reformas serias, parte de ese petróleo puede llegar al mercado en mucho menos de una década.
Los precios del combustible no están bajo el control de ningún presidente. Pero los americanos no deberían conformarse con unas normativas que restringen la exploración, el refinado y la producción de petróleo y que hacen subir los precios artificialmente.
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