Bésame mucho
Rafael
Álvarez Cordero*
En
la escuela secundaria teníamos un día de educación física y usábamos pantalón
blanco y camisa azul de manga corta, que yo doblaba para que pareciera más
deportiva; una mañana entré a la iglesia y de pronto oí una voz estruendosa que
salía de un confesonario:
“¡Cómo
te atreves a entrar desnudo a la casa de Dios!”; traté de ver a quién se
dirigía el iracundo sacerdote, ¡era a mí!, estaba “desnudo” porque mi camisa
dejaba ver mis brazos; el viejo cura me corrió de la iglesia; esa fue mi
primera experiencia con
la intransigencia, la mente torcida, los pensamientos libidinosos y la
estupidez de clérigos fanáticos que ven pecado en todo lo que
los rodea.
Yo
hice mis estudios preparatorios en una escuela de religiosos, y debo decir que
de ellos aprendí disciplina,
dedicación al estudio, ética sin adjetivos, y mucho de lo que
soy se incubó en aquellos años, pero no puedo ignorar que cuando la religión,
cualquier religión, es abrazada por fanáticos, y cuando algunos políticos
mezclan su quehacer diario con su religión, ocurren casos como el que sucedió
en la ciudad de León, guarida de los más recalcitrantes “yunques”,
identificados en política como “meones de agua bendita”.
Pues
resulta que en las puertas de una iglesia en el centro de León, el profesor
universitario Manuel Berumen, de 38 años, que iba con su esposa Mayra y su hijo
de cuatro años, al darle un beso a su esposa, alguien gritó “¡hay niños, hay
niños!”; de inmediato acudieron cinco policías que lo detuvieron y lo acusaron de “faltas a la
moral”, fue remitido a la delegación y un juez ordenó su
encarcelamiento, donde permaneció por 12 horas.
¿Quién
es el alcalde de esa ciudad?, un
ínclito panista, Ricardo Sheffield, que forma parte de los
políticos que se escandalizan por las minifaldas o por las palabras
altisonantes; ¿quién es el juez que condenó tan grave agresión a la moral?, el anonimato cubrirá su vergüenza y
estupidez; ¿quiénes fueron los policías?, de seguro fueron
quienes pasaron el “control de confianza” rezando rosarios o haciendo novenas a
San Papapucio.
Las
agresiones como ésta son lamentables, pero más aún las violaciones a los
derechos de la mujer, que aún persisten en los estados de Sonora, Baja
California, Morelos, Colima, Puebla, Quintana Roo, Jalisco, Durango, Nayarit,
Guanajuato, San Luis Potosí, Querétaro, Oaxaca y Chiapas, en donde se prohíbe la interrupción
del embarazo, se criminaliza el aborto, se encarcela a las mujeres y
se exige hasta 180 mil pesos para que puedan salir en libertad.
Y
el problema viene desde la Presidencia de la República, porque Felipe Calderón no ha sabido separar sus creencias
religiosas, por demás respetables, con su actuación como primer jefe del país;
debería preguntar a las 78 mil mujeres que decidieron interrumpir su embarazo
en el Distrito Federal (83% católicas) , qué piensan de que después de que han
tomado tan difícil y
dolorosa decisión personal, a las mujeres de otros estados aún
se las persiga, se las criminalice y se las encarcele; mi apoyo solidario
con el grupo GIRE (Grupo de Información en Reproducción Elegida) por su
incansable labor al respecto.
Y
volviendo a la criminalización del beso, cientos de parejas de León ya realizaron el domingo pasado un Besotón, besándose alegremente delante de la
iglesia, y este domingo serán más, porque quieren demostrar,
como se ha hecho en otras partes del mundo, que no hay ni habrá religión ni leyes que impidan la
celebración de la vida.
Y
aunque se enojen los panistas, los clérigos y las viejas beatas —como la que
gritó “¡hay niños!”—, seguiremos el consejo de Consuelito Velázquez: “¡Bésame,
bésame mucho!”
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