Thursday, August 9, 2012

Bésame mucho


Bésame mucho

Rafael Álvarez Cordero*
 
En la escuela secundaria teníamos un día de educación física y usábamos pantalón blanco y camisa azul de manga corta, que yo doblaba para que pareciera más deportiva; una mañana entré a la iglesia y de pronto oí una voz estruendosa que salía de un confesonario:
 
“¡Cómo te atreves a entrar desnudo a la casa de Dios!”; traté de ver a quién se dirigía el iracundo sacerdote, ¡era a mí!, estaba “desnudo” porque mi camisa dejaba ver mis brazos; el viejo cura me corrió de la iglesia; esa fue mi primera experiencia con la intransigencia, la mente torcida, los pensamientos libidinosos y la estupidez de clérigos fanáticos que ven pecado en todo lo que los rodea.



Yo hice mis estudios preparatorios en una escuela de religiosos, y debo decir que de ellos aprendí disciplina, dedicación al estudio, ética sin adjetivos, y mucho de lo que soy se incubó en aquellos años, pero no puedo ignorar que cuando la religión, cualquier religión, es abrazada por fanáticos, y cuando algunos políticos mezclan su quehacer diario con su religión, ocurren casos como el que sucedió en la ciudad de León, guarida de los más recalcitrantes “yunques”, identificados en política como “meones de agua bendita”.


Pues resulta que en las puertas de una iglesia en el centro de León, el profesor universitario Manuel Berumen, de 38 años, que iba con su esposa Mayra y su hijo de cuatro años, al darle un beso a su esposa, alguien gritó “¡hay niños, hay niños!”; de inmediato acudieron cinco policías que lo detuvieron y lo acusaron de “faltas a la moral”, fue remitido a la delegación y un juez ordenó su encarcelamiento, donde permaneció por 12 horas.


¿Quién es el alcalde de esa ciudad?, un ínclito panista, Ricardo Sheffield, que forma parte de los políticos que se escandalizan por las minifaldas o por las palabras altisonantes; ¿quién es el juez que condenó tan grave agresión a la moral?, el anonimato cubrirá su vergüenza y estupidez; ¿quiénes fueron los policías?, de seguro fueron quienes pasaron el “control de confianza” rezando rosarios o haciendo novenas a San Papapucio.


Las agresiones como ésta son lamentables, pero más aún las violaciones a los derechos de la mujer, que aún persisten en los estados de Sonora, Baja California, Morelos, Colima, Puebla, Quintana Roo, Jalisco, Durango, Nayarit, Guanajuato, San Luis Potosí, Querétaro, Oaxaca y Chiapas, en donde se prohíbe la interrupción del embarazo, se criminaliza el aborto, se encarcela a las mujeres y se exige hasta 180 mil pesos para que puedan salir en libertad.


Y el problema viene desde la Presidencia de la República, porque Felipe Calderón no ha sabido separar sus creencias religiosas, por demás respetables, con su actuación como primer jefe del país; debería preguntar a las 78 mil mujeres que decidieron interrumpir su embarazo en el Distrito Federal (83% católicas) , qué piensan de que después de que han tomado tan difícil y dolorosa decisión personal, a las mujeres de otros estados aún se las persiga, se las  criminalice y se las encarcele; mi apoyo solidario con el grupo GIRE (Grupo de Información en Reproducción Elegida) por su incansable labor al respecto.


Y volviendo a la criminalización del beso, cientos de parejas de León ya realizaron el domingo pasado un Besotón, besándose alegremente delante de la iglesia, y este domingo serán más, porque quieren demostrar, como se ha hecho en otras partes del mundo, que no hay ni habrá religión ni leyes que impidan la celebración de la vida.


Y aunque se enojen los panistas, los clérigos y las viejas beatas —como la que gritó “¡hay niños!”—, seguiremos el consejo de Consuelito Velázquez: “¡Bésame, bésame mucho!”
       

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